viernes, 24 de octubre de 2008

Seguir la Lucha

Víctor Flores Olea
24 de octubre de 2008
Opinión publicada en el Universal

Hace unos cuantos meses el panorama parecía a favor decisivo de la privatización de Pemex propuesta por Felipe Calderón. El momento político nacional e internacional “parecía” propiciar el logro total de la descabellada iniciativa oficial. Sin embargo, un conjunto de factores diversos, nacionales e internacionales, se unió para frustrar (al menos en parte) el propósito de Calderón y su élite del dinero y de los políticos más tradicionales.

Como casi en toda negociación, no se logró el completo acuerdo pero sí lo fundamental: impedir la privatización directa que pretendía Calderón. Por supuesto, hay cuestiones pendientes por las que es necesario aún luchar: la principal se refiere a los llamados “contratos bloque” que, en la práctica, le otorgarían exclusivos derechos territoriales a determinadas empresas para explotar yacimientos en localidades definidas. Tal ha sido la razón de que el movimiento de resistencia haya exigido esa corrección que parece básica, y que haya emprendido una movilización alrededor del Senado de la República.

Por supuesto, se logró lo fundamental (impedir la privatización lisa y llana), y el principal factor de ese logro se debe a la movilización y resistencia encabezada por Andrés Manuel López Obrador, que la ha sostenido con una perseverancia admirable. Por supuesto que no se trata de proclamar “triunfalismos”, pero sí de obtener lecciones del hecho excepcional: la presión y la opinión social, cuando está firmemente dirigida, logra sus objetivos inclusive en contra de los defensores de los intereses de los pocos.

Intervinieron otros factores para frustrar la necedad de Calderón: la crisis económica mundial que, por cierto, orilló a las corporaciones a aceptar la intervención del Estado. Calderón decidió no ser más papista que el Papa y no insistir más en la privatización del petróleo cuando en el mundo entero el Estado interviene y hasta adquiere acciones bancarias.

Desde luego, el resultado no es plenamente satisfactorio, como lo muestra su exigencia de que la decisión del Senado garantice al máximo el patrimonio nacional, sin entregas ni despilfarros.
Claro que no bastan los textos legales, incluso los constitucionales, para “congelar” la situación y eliminar como por arte de magia corrupción e impunidad. Los pillos interesados siempre le dan la vuelta a las leyes: tal es su función.

Por ello es que en una reforma compleja como la de Pemex no es suficiente este parcial triunfo legal. El movimiento que se ha desatado debe convertirse en “vigilante” permanente de las prácticas que se establezcan en Pemex. El mismo movimiento que evitó lo peor puede ahora impedir que degenere lo establecido y se convierta en su contrario. Esta es también democracia: la vigilancia diaria de las prácticas efectivas de los sistemas y evitar su corrupción.

Por último: este movimiento, y uno más amplio que está en proceso de formarse, deberá militar cada vez más expresamente en contra del “capitalismo salvaje” que ha imperado en el país durante tantos años, y que nos ha llevado a estos desequilibrios y pobreza. La coyuntura mundial es también favorable a esa lucha.

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